martes, 22 de marzo de 2016

Tranströmer, más de lo que ves-


En su poema “En mitad del invierno”, el Premio Nobel sueco de 2011, Tomas Tranströmer (1931-2015), manifiesta la neblina glacial en la que se mueve su poesía. “Un brillo azul/ irradia de mi ropa./ Solsticio de invierno./ Praderas de hielo tintineante”. Ahí, en ese campo helado en el que la aurora boreal cubre al que habla, durante un día cuya noche dura 24 horas, se verifica una especie de epifanía, entre la vigilia y el sueño, del poeta como caja de resonancia de las cosas silenciosas del mundo y sus revelaciones magníficas: “Cierro los ojos./ Hay un mundo insonoro/ hay una fisura/ donde los muertos/ pasan de contrabando la frontera”.





 revista nexos

El cronista que reinventa a la ciudad-



 
La ciudad que nos inventa es el libro de crónicas urbanas más ambicioso y coherente que se haya escrito en las últimas décadas, con un intenso trabajo de investigación tras de sí, pero también con una jubilosa afición que se expresa en la elegante sencillez y afabilidad del estilo. La disposición cronológica ofrece un fresco histórico que orienta en una biografía urbana tan azarosa como apasionante: se trata del relato de las ciudades superpuestas que conforman la urbe moderna, y en las que se mezclan estructuras y materiales que pertenecen a distintos siglos.
 

Villoro y la tiranía de los modernos-





 
La modernidad somete al mundo y lo convierte en artefacto, dice Villoro. Es el lenguaje de la poesía lo que puede restituir el significado intrínseco de las cosas, dice Villoro invocando “la otra voz” que entona Octavio Paz. El árbol no es el ingrediente de la mesa, requisito para la fabricación de una silla. El árbol habla. Los pájaros también:
Cantan los pájaros, cantan
Sin saber lo que cantan:
Todo su entendimiento es su garganta

legado-mujica


el fantasma del correo-


 
En las primeras décadas del siglo xx, Salvador Novo anunció que el teléfono militaba victoriosamente contra el género epistolar, sostuvo que la Larga Distancia atentaba contra la duradera belleza testimonial que poseía una carta. El «¿Con quién hablo?» remplazaba al «Estimado señor».
Novo murió en el año 74. En una época en la que el iPhone milita victoriosamente, los armatostes telefónicos que a él le preocuparon son piezas de museo, el Edificio de Correos está completamente vacío, y de todo aquello sólo quedan recuerdos.
Asciendo como un fantasma por la escalinata solitaria del palacio postal. No veo a nadie más. Aquí no hay nadie más.
Soy el fantasma del Correo.
 

-pajarito-pajarito-


 
La reproducción industrial de la fisonomía quedaba, por primera vez, al alcance de todas las fortunas. Otra vez De Campo: «Por solo unos reales» –escribió– «“salen” el perro consentido, el loro enjaulado ¡y hasta un niño muerto vestido de San José!».
La irrupción de la cámara Kodacolor, entre los años cincuenta y sesenta, selló el destino del Photo Studio como bastión de la fotografía oficial (pasaportes, cartillas, títulos, certificados) y oficina de registro de acontecimientos únicos (bodas, bautizos, xv Años). Como todo lo que desplazan las «nuevas tecnologías», los viejos estudios se volvieron vestigios del mundo del pasado. En las salas y los pasillos de las casas mexicanas, dejaron, sin embargo, memorias y genealogías. Álbumes familiares: «emanaciones de lo ausente».
«¡Pajarito, pajarito!».
Hay una voz que se ha llevado el viento.

el sismo que se llevo la ciudad




 
 
en la Ciudad de México ha temblado desde siempre, pero cada temblor llega como si fuera el primero. A fines del siglo xvii hubo un terremoto que según el cronista Antonio de Robles duró tres credos: aquello debió ser el pandemonium, si se toma en cuenta que rezar el credo lleva alrededor de un minuto. Y sin embargo, cuando volvió a llegar un movimiento telúrico de importancia, ya nadie recordaba los efectos del terremoto anterior.